Las últimas dos décadas han sido un periodo de turbulencias y complejidades
en el ambiente económico, político, social, tecnológico y cultural, dando origen
a cambios transformacionales a niveles de escala local, nacional, regional y
global. Las transformaciones económicas locales y regionales, por ejemplo, están
involucradas con las transformaciones en la misma estructura económica local y
regional, en los cambios de las políticas económicas nacionales y los procesos
de globalización económica. Este proceso de globalización denominado por Held
(2000) como el “período contemporáneo” también produce profundos cambios
económicos, políticos y sociales con implicaciones directas en las
interconexiones nacionales, regionales y globales mediante una nueva
configuración del Estado-nación. Estado-nación y Estado son términos diferentes.
Los vínculos que explican las diferentes relaciones económicas, sociales,
políticas, etc., existentes entre las localidades, regiones, países y globalidad
se han analizado desde dos enfoques teóricos, el dependencista y el
desarrollista. La arquitectura de la economía global se fundamenta en una red
interactiva que forma un sistema de varios niveles interrelacionados para dar
respuesta a los crecientes imperativos de una economía más globalizada requieren
del desarrollo de potencialidades locales y regionales y de sistemas de
cooperación en las localizaciones intra-regionales.
La globalización económica que impone áreas de integración regional e
instituciones supranacionales tiene un impacto evidente en la formación de
nuevas naciones y en las funciones del Estado a partir del avance de los
procesos de descolonización y separación, de una evidente erosión de los
sistemas de seguridad nacionales que inciden en sentimientos de identidad
nacional, regional o local. Por otro lado, aparentemente desde la dimensión
ideológica, la integración económica es una tendencia contraria a los procesos
de globalización e interdependencia, los cuales son usados para reinterpretar y
debilitar los principios de autodeterminación y soberanía política de los
pueblos, mientras que en el otro extremo se enfatiza una propuesta al ultra
regionalismo.
Todavía está por verse si se cumplen las predicciones de Eliot acerca de que
la humanidad tendría un renacimiento en sus culturas locales y regionales bajo
el fuerte influjo de la globalización en un diálogo transcultural y sus efectos
en las identidades culturales nacionales. Estas identidades siempre encuentran
los vehículos de expresión en las diferentes unidades espaciales territoriales
en unidades locales, regionales, nacionales e internacionales. La fragmentación
de las identidades culturales, étnicas, religiosas, políticas, etc., provoca
profundos conflictos entre las sociedades con fuertes impactos en su desarrollo.
Los procesos locales y regionales del desarrollo requieren de una
transformación sustancial de las relaciones negociadas entre los agentes
económicos y los actores políticos.
Las redes globales de producción, distribución, consumo y comunicación de las
estructuras económicas y sociales tienen una tendencia dualizadora que por un
lado reconfigura el espacio transnacional y por otro reconstruye regionalismos
hacia el interior del cuestionado estado nacional. Sin embargo, es en los
niveles locales, nacionales y regionales donde se gestiona la dinámica de la
desregulación transnacional de los mercados, por lo que se puede considerar que
el capitalismo como sistema se impulsa a escala nacional.
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